NOTA: En un
(más que vano (intento de)) relanzamiento de este modesto blog, y dado que me
da muchísima pereza escribir sobre películas (de hecho, me estoy (mal) acostumbrando
a las críticas de no más de 200 caracteres via facebook), retomaremos el blog desde
otra perspectiva.
Y allí me
encontraba yo, sábado, cuatro de la tarde, multicines ACEC Almenara de Lorca
(Murcia), sala 5, fila 9, butaca 8, aplaudiendo. Aplausos, no grandes y sonoros
de satisfacción; sino cortos, compulsivos y apenas audibles, fruto de los
nervios.
La situación me
había vencido y, ante la mirada extraña del hombre con quien compartía fila, (sentado
5 o 6 butacas a mi izquierda) comenté a modo de disculpa: “Llevo desde navidades sin entrar en un cine”. Tras un vistazo en
el que, seguro, evaluó mi cordura, se reservó su opinión y volvió a mirar a la
pantalla, donde comenzaban a proyectarse algunos tráiler.

Porque, lejos del
“¡vamos al cine!”, ha sido necesario un sesudo estudio de los multicines más
cercanos, las películas que proyectaban y las sesiones de estas, en busca de
aquellos horarios que hicieran posible un doblete cinematográficamente
interesante y la posibilidad de emprender el regreso a una hora decente que me
permitiera llegar antes que el sueño y el cansancio me encontraran en mitad de
la carretera.
Pero… comencemos
por el principio
Capítulo I: QUIZÁS POR ELLO…
En realidad, es
muy fácil de explicar: Esa sensación de libertad cuando te lanzas al mar y
notas el agua contra tu rostro a medida que la inercia te lleva adelante; ese
instante en el que, para disfrutar al máximo de un momento especial de
satisfacción personal, cerramos los ojos y (simplemente) nos dejamos llevar por
la felicidad de ese instante… como si fuera eterno…
Más allá de
películas, actores o directores… Es el mero acto de ir al cine, de estar sentado
en la sala. De disfrutar esa experiencia individual y colectiva, que llega a
ser única dependiendo de cómo y con quién se comparta.
Quizás por ello
suelo “ir al cine”, y no “voy a ver una película”. Quizás por ello suelo tener
tan poco criterio a la hora de seleccionar aquello que ver, encadeno en el cine
hasta 3 sesiones, prefiero palomitas frente al arte y ensayo, y realizo en casa
un consumo compulsivo de series.... Quizás por ello ni me considero cinéfilo,
ni me gusta que me llamen así. No creo que llegue nunca a entender de cine: ni
soy lo suficientemente constante y estudioso para ello (no se me apetece
mucho), ni sería capaz de renunciar a un tipo de cine para ello (el palomitero,
esencialmente)
De hecho, quizás
por ello, cuando alguien me toma o me considera "cinéfilo", suelo
sonreír pensando en mis enormes carencias fílmicas, mis escasos conocimientos
de la teoría (y práctica) del cine, y sobre todo en el tipo de cine que me
gusta consumir… y, tras esbozar una leve sonrisa, añado el soniquete de
siempre: "cinéfilo no, cinéfago".
Próximamente: Capítulo 2 -> “CINEFAGIA COMPULSIVA”
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