lunes, 4 de octubre de 2010

CRÍTICA A LA CRÍTICA

Hay veces en las que no dejo de preguntarme qué razones han llevado, en este extraño mundillo del cine, a que sean los críticos quienes lleven la voz cantante sobre qué es bueno o no. Supongo que habrán cursado complicados estudios profundos e intensivos sobre autores, historia, técnicas, estilos, movimientos… se habrán tragado horas y horas de películas de todos los países y tendrán el botón del “pause” gastado de tanto parar las proyecciones analizando hasta el último detalle… conscientes de su rol de cicerones del séptimo arte, reflexionarán y prepararán críticas accesibles y asequibles a todo tipo de público.

Supongo. Pero… todo parece indicar que no es así. Abonado desde principios de los 90 a las revistas cinematográficas, hace años que sucumbí ante la idea de que no existe un crítico que escriba y piense como el público que puebla las salas cinematográficas. Ellos juzgan desde sus pedestales y nosotros, simples mortales, no somos para ellos más que simples marionetas que nos movemos al son de los grandes estudios. No es casualidad que taquilla y crítica coincidan en ocasiones tan puntuales.

Puede que el dicho sea verdad, y que no sean más que directores o guionistas frustrados. Puede que lo que persigan es el reconocimiento de una oscura y selecta élite intelectual al intentar hacer de una simple crítica un extraño ejercicio de tecnicismos y neologismos… o puede que despertar la admiración popular al encontrar extrañas, dispares y lejanas referencias cinematográficas en cualquier plano del film que sea.

Críticos… da igual el medio de comunicación en el que se refugien, la sala a la que acudan, el evento a cubrir… todos buscan hacerse notar, todos creen tener derecho a decir, a opinar, a atacar... desde las más prestigiosas revistas de cine al más modesto y alternativo fanzine independiente, desde la más cutre televisión local, al más afamado y popular programa televisivo.
Y si hay un lugar en el que se mueven especialmente cómodos, un sitio que reconocen como suyo, en el que se sienten como pez en el agua… es un festival de cine. Y cuanto más sesudo… mejor. Les pone especialmente eso de ser “enviados especiales en festivales internacionales”, el saltar de sala en sala, de retrospectivas y homenajes a secciones y especiales. Salen de la proyección, sacan el diccionario de la Real Academia del maletín, conectan sus portátiles, se ponen guapos ante la cámara… y comienzan a diseccionar hasta el último detalle de la escandinava de turno, de la revelación del año y de aquellas películas que nunca verán “la luz” en el circuito de cine comercial… y lo que más les gusta juzgar y ajusticiar a la película comercial de turno que acude fuera de concurso, aceptémoslo, a darle un poco de vidilla y publicidad a la fiesta.

Y en éstas, resulta que Robert Rodríguez –uno de los “niños terribles” del cine actual (demasiado friki hasta para Tarantino)– se presenta en Venecia con MACHETE, su última gamberrada al más puro estilo “Grindhouse”.
Se dice que, durante el estreno, los buitres volaban en círculo sobre la sala esperando las críticas de los entendidos.

1 comentario:

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