martes, 6 de abril de 2010

NI FURIA NI TITANES

Sesiones como las de hoy son las que me llevan a pensar que el cine palomitero estadounidense está en coma. Y no en horas bajas, pues de ser así se le supondría cierta mejoría a corto–medio plazo. En coma, con un bonito ataúd a medida de pino con pequeñas incrustaciones doradas esperándole en la sala de al lado.

No hay motivo para el optimismo, no hay lugar para la esperanza. Si hace años que se quedaron sin ideas, si llevan tiempo viviendo de las rentas, hoy he visto el principio del fin, hoy he visto “Furia de Titanes”

Las señales estaban claras, las teníamos a primera vista: esa afluencia de adaptaciones, remakes y (per)versiones; revisión de antiguas series de televisión y comics de culto en busca de inspiración; el rescate de viejas glorias ochentenas; la resurrección del 3D y de su papel (de nuevo) como maná salvador de la industria; la ausencia de películas con un mínimo de empaque y con posibilidades de trascendencia (más allá de contar con unos efectos especiales que, desde su producción, tienen fecha de caducidad)…


Hubo un tiempo en el que Hollywood contrataba a pesos pesados del panorama literario para confeccionar las historias y guiones de sus películas. Años en los que se valoraban cosas como el talento, la calidad y la excelencia, en los que “la fábrica de los sueños” se dedicaba a desarrollar “el noveno arte”, en los que se respetaba (e incluso mimaba) al espectador.

El cine de aventuras hace años que murió. La maquinaria de la meca del cine la sepultó bajo una tonelada de efectos especiales, guiones poco trabajados, personajes sin carisma y refritos de las pocas fórmulas de éxito. Cuesta ver cómo todo lo que se creó en los 80 han llegado a ignorarlo o, como en este caso, a destrozarlo sin el más mínimo pudor.

El problema fundamental es la extraña obsesión por rehacer y reformular lo que ya se hizo bien con la vaga excusa de acercarse a las nuevas generaciones. Tan vil y estúpido como adaptar una novela clásica, pero con el agravante de dar libertad al escritor para que cambie lo que quiera y desee del original. ¿Imaginan que el encargado de adaptar el Quijote decidiera cambiar el origen de las locuras del protagonista, suprimiera a Sancho o hiciese de Dulcinea un personaje real, tan real que al final se casase con el protagonista? Sería aberrante, ¿verdad? ¿Y por qué se tolera con el cine? ¿Para qué el remake de un film si después se cambia la historia, las motivaciones y circunstancias de los personajes, el espíritu original, de manera que, al final, la nueva cinta tiene menos calidad que el original y el único parecido entre ambas es el título?

Con “Furia de Titanes” nos encontramos con una película mala. Así de simple. Carece de un guión sólido y mínimamente interesante y estructurado. Todo va excesivamente rápido; en la historia los personajes entran y salen, hacen y deshacen atropelladamente, sin dar opción a que el público termine de enterarse de lo que va sucediendo en este batiburrillo de situaciones y escenas que componen la película. Es la primera vez que pienso que una película hubiera agradecido veinte minutos más de metraje.

Ante tanto caos, como es lógico, los personajes son planos y carentes de una personalidad mínimamente interesante. Y si a esto sumamos la desastrosa actuación de de los actores (Worthington inexpresivo, Neeson terrible y Fiennes pasado de rosca) y la sensación de estar ante una película de serie b (vestuario y decorados recuerdan al de las peores películas de romanos que he visto; los efectos especiales no son nada de especiales… muy básicos)… el resultado final es muy pobre y la sensación con la que sale es público es descorazonadora. ¿Dónde ha quedado la épica? ¿Cómo puede perpetrarse tamaño despropósito con una mitología como la griega, que tanto juego puede dar al cine?

Me resulta muy triste tener que decir esto, pero este tipo de películas hace de las versiones antiguas (El viaje fantástico de Simbad[1974], Jasón y los Argonautas[1963], Furia de Titanes[1981]) auténticas joyas dignas de revisión, y de profesionales y técnicos de efectos especiales como Ray Harryhausen auténticos artistas y artesanos del séptimo arte.
En esta época de 3D, CGI, y efectos digitales, es indignante ver cómo la industria es capaz de cargarse cualquier obra (más o menos clásica) sólo por hacer caja. Si la introducción del ordenador en la última de Indiana Jones era un atentado a la estética y al estilo “serie b/años 40” de la saga, lo hecho aquí es de juzgado de guardia, pues ni siquiera son mínimamente decentes ni están lo suficientemente elaborados como para justificar la “actualización” (como he leído por ahí) de esta película.

Desde aquí hago un llamamiento general para recuperar el clásico del 81, con un Zeus en condiciones (¡Laurence Olivier!), una historia decente y unos efectos más que dignos.




1 comentario:

JAVB dijo...

Pues sí. Vaya porquería de película, nos ahorramos el trago de verla en 3D